Síndrome Barorreductivo


En el marco del tratamiento de la Hipertensión Arterial (HTA), es muy común recibir las quejas de los pacientes respecto a los efectos iniciales de la terapia, y no precisamente relacionados con los más conocidos efectos colaterales de las sustancias empleadas, como tos por priles o sartanes, edemas por dipinos o calambres por diuréticos.

En efecto, al inicio del tratamiento, y especialmente en pacientes que nunca recibieron terapia o bien la habían suspendido, muchos expresan manifestaciones propias de hipotensión o, incluso, de relativa isquemia cerebral.

Es común que nos refieran que se sienten fríos, débiles, hipoactivos y algo atontados, todo ello a raiz de la toma de las pastillas. Lo que es peor, algunos deciden suspender el tratamiento y dicen sentirse verdaderamente recuperados tras el cese de los medicamentos.

A este fenómeno hay que denominarlo Síndrome Barorreductivo, vale decir, un conjunto de síntomas vinculados a la disminución de la presión arterial por efecto del uso de drogas antihipertensivas.

Para comenzar a entender este síndrome, hay que recordar algunos criterios de la enfermedad. Quizás el más importante es que la HTA es básicamente silente, y que solamente da síntomas en 3 puntuales circunstancias: 
  • cuando debuta (paciente que inicia su HTA en Estadío 1)
  • cuando cambia de estadío (sube un grado en forma crónica)
  • cuando entra en crisis hipertensiva (sube dos o más grados en forma aguda)
Esta peculiaridad se explica porque el aparato cardiovascular se adapta progresivamente a un nuevo nivel tensional, obviamente superior al normal, de suerte que los síntomas desaparecen. Pero no sólo eso, lo que es peor es que dicha adaptación implica ir perdiendo los signos de alarma, los que sólo se habrán de presentar ante grados cada vez más altos de HTA.

Yo suelo explicar estos hechos a mis pacientes empleando el ejemplo del edificio alto, que no se sube de un solo viaje, sino de a pocos, de modo que a cada cierto trecho uno se detiene y se recupera completamente del cansancio; sin embargo, ya no se encuentra en el primer piso, sino en uno cada vez más alto.

Análoga e inversamente, intentar reducir la presión terapéuticamente puede parecerse mucho a lo ocurrido en cualquier normotenso al que eventualmente se le baja la presión. No obstante, hay que hacerles entender que estas molestias son transitorias, hasta que su organismo se acostumbre nuevamente a vivir con presiones normales, esto es, relativamente inferiores a las que presentaba antes de la terapia.

En cuanto a su manejo, lo mejor sería advertir previamente a los pacientes sobre la posibilidad de presentar este cuadro. De constatarse, optar por reducir las dosis a efectos de alcanzar nuestro objetivo en forma un poco más lenta y progresiva, aunque siempre tras efectuar un adecuado análisis riesgo-beneficio de cada caso particular.

Explicación al margen: priles (inhibidores de enzima convertidora de angiotensina), sartanes (antagonistas de receptores de angiotensina II) y dipinos (dihidropiridinas), son términos coloquiales a los que solemos apelar en la consulta médica para la mejor comprensión de los pacientes.